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viernes, 13 de abril de 2012
Solidaridad de Jesús
Jesucristo manifestó y practicó esta solidaridad en su nacimiento, en su estilo de vida y en su muerte:
Cuando el Verbo fue hecho carne, identificándose así con toda nuestra fragilidad, pasó también, como todos nosotros, sus nueve meses como feto pre-natal. Es más, fue concebido en el vientre de una madre soltera, lo que a los y las vecinos seguramente no les parecía un milagro sino un escándalo. Por eso después sus enemigos se lo echaron en la cara diciendo, “nosotros no hemos nacido de fornicación” (Jn 8:41), y posteriormente algunos rabinos lo llamaban “el bastardo de Nazaret”. Al octavo día Jesús fue circuncidado (sin duda sangraba, como cualquier niño) y después sus padres ofrecieron dos tórtolas para la purificación del niño y su madre (Lc 2:21-23; el padre no tenía culpa en el asunto y no necesitaba purificación). Como joven Jesús tuvo ciertos roces con sus padres (Lc 2:48-49) y trabajó unos dieciocho años de carpintero como uno más de la clase obrera. Al iniciar su ministerio, se sometió al humillante “bautismo de arrepentimiento” de Juan el Bautista, “para cumplir toda justicia”. Aunque él no tenía pecados de que arrepentirse, en esto también se identificó con nosotros los pecadores para nuestra redención (“toda justicia”).
En su conducta y su estilo de vida también Jesús se identificaba con los pecadores; los fariseos le condenaban por ser amigo de pecadores (Lc 15:1-2; 5:29-32; 7:33-39). Extendió su mano a tocar a los enfermos, los leprosos y los muertos, lo que le contaminaba ceremonialmente y le incapacitaba para entrar al templo. Era amigo de la “mala gente” por lo que fue mal visto por la “buena gente”. Fue tierno y compasivo con los pecadores, pero muy severo con los hipócritas; agresivo e insultante; hasta afirmó que los publicanos y las prostitutas entrarían al reino de Dios antes que los fariseos (Mt 21:31). En todo eso, ante los sacerdotes y maestros de la ley, él fue “hecho pecado” por vía de su solidaridad inseparable con pecadores.
Esa clase de solidaridad con los marginados y los desvalidos de la sociedad nunca está bien visto por los poderosos. Para nada sorprende que muy temprano comenzaron a confabular para matarlo. Y mucho menos cuando se dejaba llamar “Rey de los judíos”, defendía siempre a las víctimas del sistema, entró en la ciudad capital en una marcha triunfal y trastornó el sucio comercio de los poderosos en la misma casa de Yahvé, denunciándoles a ellos por convertir el templo en una cueva de ladrones. Toda esa solidaridad profética le granjeó la muerte. La cruz fue instrumento de ejecución pública de los enemigos del sistema. Fue el precio de su solidaridad con nosotros, en servicio osado al Reino de Dios y su justicia.
¿Cómo es nuestra solidaridad?
(Para seguir reflexionando pueden leer en http://www.lupaprotestante.com/lp/hacia-una-cristologia-de-la-solidaridad-2/)
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