martes, 24 de abril de 2012

Necesitamos de Jesús, el Buen Pastor


                                  El símbolo de Jesús como pastor bueno produce hoy en algunos cristianos cierto fastidio. No queremos ser tratados como ovejas de un rebaño. No necesitamos a nadie que gobierne y controle nuestra vida. Queremos ser respetados. No necesitamos de ningún pastor.
                               No sentían así los primeros cristianos. La figura de Jesús buen pastor se convirtió muy pronto en la imagen más querida de Jesús. Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando sobre sus hombros a la oveja perdida. Nadie está pensando en Jesús como un pastor autoritario dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como un pastor bueno que cuida de ellas.
El "pastor bueno" se preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandona nunca. No las olvida. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o enfermas.
 La imagen de Jesús, "pastor bueno", se convirtió muy pronto en un mensaje de consuelo y confianza para sus seguidores. Los cristianos aprendieron a dirigirse a Jesús con palabras tomadas del salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me falta... aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo... Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida".
                          Los cristianos vivimos con frecuencia una relación bastante pobre con Jesús.  No creemos que él cuida de nosotros. Se nos olvida que podemos acudir a él cuando nos sentimos cansados y sin fuerzas o perdidos y desorientados.Necesitamos conocer una experiencia más viva y entrañable.
Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado solo de manera doctrinal, un Jesús lejano cuya voz no se escucha bien en las comunidades..., corre el riesgo de olvidar a su Pastor. 
Pero, ¿quién cuidará a la Iglesia si no es su Pastor? 

Los relatos evangélicos lo describen preocupado por los enfermos, los marginados, los pequeños, los más indefensos y olvidados, los más perdidos. No parece preocuparse de sí mismo. Siempre se le ve pensando en los demás. Le importan sobre todo los más desvalidos.( tomado de Eclesalia)

Cuando no reconocemos a Jesús como Buen Pastor para nosotros corremos el riesgo de pensar que podemos andar solos, que somos fuertes y que nunca nos sentimos desvalidos. 
Hace unos domingos atràs , en nuestro Culto, escribimos aquellos hechos, acciones o momentos que nos hacen perder las fuerzas de la Fe y sentirnos desvalidos, incrédulos, hasta sin esperanzas.

  •  Nos cuesta creer ante el gran sufrimiento físico y mental que generamos entre humanos.Frente a la Injusticia, la miseria, la desnutrición, la pobreza y marginalidad.
  • Nos cuesta ver su Reino en la tierra frente a las cosas que están mal y no cambian, las cosas así como están, "duras" , aparentemente inamovibles.Cuando el sistema nos hace creer que todo intento alternativo va a fracasar.Cuando los cambios son lentos.
  • Dudamos en las situaciones personales difíciles,  en situaciones límite , cuando nos sentimos indefensos
  •  Perdemos la esperanza cuando la rutina y la repeticiòn nos atrapan.
  Compartimos ese listado, para que Orando por ellos y quiénes los escribieron, el Buen Pastor los tome en sus manos.
 ¿quién cuidará a la Iglesia si no es su Pastor?
 

domingo, 15 de abril de 2012

Mensaje del Obispo Frank De Nully Brown en el Culto del Pacto

Compartimos el mensaje del Obispo en el Culto del Pacto.
Esperamos sea bueno para la reflexiòn al iniciar la semana!


Mensaje del Obispo Frank De Nully Brown En La Iglesia Metodista De Chacabuco

Culto del Pacto

 Este domingo se celebró en muchas congregaciones de la IEMA el Culto del Pacto.
La comunidad de Arroyito ( Rosario) comparte la predicación.


IGLESIA EVANGÉLICA METODISTA ARGENTINA - ARROYITO: Renovación del Pacto de Dios: Predica del domingo 15-abril-2012, en nuestra iglesia, por el Pastor Nestor Miguez

viernes, 13 de abril de 2012

Solidaridad de Jesús


Jesucristo manifestó y practicó esta solidaridad en su nacimiento, en su estilo de vida y en su muerte:
Cuando el Verbo fue hecho carne, identificándose así con toda nuestra fragilidad, pasó también, como todos nosotros, sus nueve meses como feto pre-natal. Es más, fue concebido en el vientre de una madre soltera, lo que a los y las vecinos seguramente no les parecía un milagro sino un escándalo. Por eso después sus enemigos se lo echaron en la cara diciendo, “nosotros no hemos nacido de fornicación” (Jn 8:41), y posteriormente algunos rabinos lo llamaban “el bastardo de Nazaret”.  Al octavo día Jesús fue circuncidado (sin duda sangraba, como cualquier niño) y después sus padres ofrecieron dos tórtolas para la purificación del niño y su madre (Lc 2:21-23; el padre no tenía culpa en el asunto y no necesitaba purificación). Como joven Jesús tuvo ciertos roces con sus padres (Lc 2:48-49) y trabajó unos dieciocho años de carpintero como uno más de la clase obrera. Al iniciar su ministerio, se sometió al humillante “bautismo de arrepentimiento” de Juan el Bautista, “para cumplir toda justicia”.  Aunque él no tenía pecados de que arrepentirse, en esto también se identificó con nosotros los pecadores para nuestra redención (“toda justicia”).
En su conducta y su estilo de vida también Jesús se identificaba con los pecadores; los fariseos le condenaban por ser amigo de pecadores (Lc 15:1-2; 5:29-32; 7:33-39). Extendió su mano a tocar a los enfermos, los leprosos y los muertos, lo que le contaminaba ceremonialmente y le incapacitaba para entrar al templo. Era amigo de la “mala gente” por lo que fue mal visto por la “buena gente”. Fue tierno y compasivo con los pecadores, pero muy severo con los hipócritas; agresivo e insultante; hasta afirmó que los publicanos y las prostitutas entrarían al reino de Dios antes que los fariseos (Mt 21:31).  En todo eso, ante los sacerdotes y maestros de la ley, él fue “hecho pecado” por vía de su solidaridad inseparable con pecadores.
Esa clase de solidaridad con los marginados y los desvalidos de la sociedad nunca está bien visto por los poderosos.  Para nada sorprende que muy temprano comenzaron a confabular para matarlo. Y mucho menos cuando se dejaba llamar “Rey de los judíos”, defendía siempre a las víctimas del sistema, entró en la ciudad capital en una marcha triunfal y trastornó el sucio comercio de los poderosos en la misma casa de Yahvé, denunciándoles a ellos por convertir el templo en una cueva de ladrones.  Toda esa solidaridad profética le granjeó la muerte.  La cruz fue instrumento de ejecución pública de los enemigos del sistema.  Fue el precio de su solidaridad con nosotros, en servicio osado al Reino de Dios y su justicia.

¿Cómo es nuestra solidaridad?
(Para seguir reflexionando pueden leer en  http://www.lupaprotestante.com/lp/hacia-una-cristologia-de-la-solidaridad-2/)

lunes, 9 de abril de 2012

Creer en el resucitado

Creer en el Resucitado es resistirnos a aceptar que nuestra vida es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándonos en Jesús resucitado por Dios, intuimos, deseamos y creemos que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de paz que se encierra en el corazón de la Humanidad y en la creación entera.
Creer en el Resucitado es rebelarnos con todas nuestras fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, humillación y sufrimientos, queden olvidados para siempre.
Creer en el Resucitado es confiar en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podremos ver a los que vienen a la deriva llegar a su verdadera patria.
Creer en el Resucitado es acercarnos con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, discapacitados físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión, cansadas de vivir y de luchar. Un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: "Entra para siempre en el gozo de tu Señor".
Creer en el Resucitado es no resignarnos a que Dios sea para siempre un "Dios oculto" del que no podamos conocer su mirada, su ternura y sus abrazos. Lo encontraremos encarnado para siempre gloriosamente en Jesús.
Creer en el Resucitado es confiar en que nuestros esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no se perderán en el vacío. Un día feliz, los últimos serán los primeros y los marginados nos precederán en el Reino.
Creer en el Resucitado es saber que todo lo que aquí ha quedado a medias, lo que no ha podido ser, lo que hemos estropeado con nuestra torpeza o nuestro pecado, todo alcanzará en Dios su plenitud. Nada se perderá de lo que hemos vivido con amor o a lo que hemos renunciado por amor.
Creer en el Resucitado es esperar que las horas alegres y las experiencias amargas, las "huellas" que hemos dejado en las personas y en las cosas, lo que hemos construido o hemos disfrutado generosamente, quedará transfigurado. Ya no conoceremos la amistad que termina, la fiesta que se acaba ni la despedida que entristece. Dios será todo en todos.
Creer en el Resucitado es creer que un día escucharemos estas increíbles palabras que el libro del Apocalipsis pone en boca de Dios: "Yo soy el origen y el final de todo. Al que tenga sed, yo le daré gratis del manantial del agua de la vida". Ya no habrá muerte ni habrá llanto, no habrá gritos ni fatigas porque todo eso habrá pasado.  


                                                                           (Adaptación de texto Tomado de Eclesalia.www.eclesalia.net)

miércoles, 4 de abril de 2012

Oración para el Jueves Santo


Oración

¿Y quién sino tú, Señor,
es el que nos ha recogido por el camino,
el que ha tenido compasión de nosotros,
el que nos ha hecho montar sobre la cabalgadura,
el que ha derramado sobre nosotros aceite y vino,
el que nos ha restablecido
para reemprender el camino?

Tú eres el que, antes de proclamar
el servicio mutuo de lavarse los pies,
se arrodilló, ceñida la toalla,
a los pies de cada uno y se los lavó con amor.

¡Haz que siempre comprendamos
la grandeza de tus gestos tan sencillos,
que proceden de tu corazón,
de tu pertenencia al Padre,
del sentido de tu misión!

Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos. Amén.

(tomado del libro Celebraciones de la Comunidad, Casiano Floristán-  Red de Litrugia  CLAI)