Los evangelistas describen con
diferentes lenguajes la misión que Jesús confía a sus seguidores. Según Mateo,
han de "hacer discípulos" que aprendan a vivir como él les ha
enseñado. Según Lucas, han de ser "testigos" de lo que han vivido
junto él. Marcos lo resume todo diciendo que han de "proclamar el
Evangelio a toda la creación".
Quienes se acercan hoy a una comunidad cristiana
no se encuentran directamente con el Evangelio. Lo que perciben es el funcionamiento
de una religión envejecida, con graves signos de crisis. No pueden identificar
con claridad en el interior de esa religión la Buena Noticia proveniente del
impacto provocado por Jesús hace veinte siglos.
Por otra parte, muchos cristianos no conocen
directamente el Evangelio. Todo lo que saben de Jesús y su mensaje es lo que
pueden reconstruir de manera parcial y fragmentaria escuchando a catequistas y
predicadores. Viven su religión privados del contacto personal con el
Evangelio.
¿Cómo podrán proclamarlo si no lo conocen en
sus propias comunidades?
Ha llegado el momento de entender y configurar la
comunidad cristiana como un lugar donde lo primero es recibir y vivir el Evangelio de
Jesús.
Nada puede regenerar el tejido en crisis de
nuestras comunidades como la fuerza del Evangelio. Solo la experiencia directa
e inmediata del Evangelio puede revitalizar a la Iglesia.
Lo primero es creer en la fuerza regeneradora del
Evangelio. Los relatos evangélicos enseñan a vivir la fe, no por obligación
sino por atracción. Hacen vivir la vida cristiana, no como deber sino como
irradiación y contagio. Es posible introducir ya en las comunidades de nuestras Iglesiasa una dinámica
nueva. Reunidos en pequeños grupos, en contacto con el Evangelio, iremos
recuperando nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.
Hemos de volver al Evangelio como nuevo
comienzo. Ya no sirve cualquier programa o estrategia pastoral. Dentro de unos
años, escuchar juntos el Evangelio de Jesús no será una actividad más entre
otras, sino la matriz desde la que comenzará la regeneración de la fe cristiana
en las pequeñas comunidades dispersas en medio de una sociedad secularizada.
( Tomado y adaptado de Eclesalia)
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